Yo era una de las criaturas más solitarias, una amazona sin caballo. Cuando me mudé al país de los caballos, me quedé extasiada cuando mi nuevo vecino me llamó y me preguntó si me gustaría trabajar con una yegua rescatada llamada Passion. Entonces la conocí.

La pasión era salvaje y asustadiza, desconfiada y huidiza. No era mala, simplemente me ignoraba por completo. Nadie sabía si se la podía montar o no, y a mí me daba escalofríos imaginarme a lomos de ella. Además, el veterinario la declaró "una chica de alto mantenimiento" debido a una infección sinusal recurrente y a un soplo cardíaco grave. El soplo era tan grave que el veterinario dudaba incluso de que sobreviviera.

Cuando mi vecino me ofreció ser el primero en comprar Passion, porque una niña de catorce años quería verla, me negué. Simplemente no la quería. No era la elegida. Rápidamente decidí: "Trabajaré con ella, la cepillaré y la acostumbraré a que la manejen, para que sea un buen caballo para otra persona".

Pasó el tiempo y empecé a sentir lástima por Pasión. No era culpa suya haber estado a punto de morir de hambre antes de ser rescatada por la Sociedad Protectora de Animales, ni tampoco eran infundados sus recelos hacia los humanos. También estaba la cuestión de la niña de catorce años. Passion no paraba de ganar peso y cada día estaba más animada y alborotada. Empezaba a preocuparme que Passion se portara mal con la niña y provocara la ira de un padre protector.

Por aquel entonces, un amigo común me dijo que Sammie Lipscomb acababa de volver de Pensilvania, donde había trabajado con caballos utilizando el sitio Body Code. Merecía la pena llamar.

Sammie accedió amablemente a donar su trabajo a este animal rescatado. Ahora podía descansar. Había hecho lo correcto. Pasión podría curarse e ir con la chica. No tendría que pensar más en ello.

Pasaron unos días y ocurrió algo extraño. La pasión empezó a reconocer mi presencia. Sus ojos cambiaron, ¡ahí había vida! Me encontré abrazando su cuello y llorando en su crin, susurrando: "¡Pasión, siento mucho no poder quedarme contigo!". Cada día se producían cambios con este animal, en pequeños pero reconocibles incrementos.

Finalmente, lo conseguí. ¡Pasión era mi caballo! Era el caballo que Dios tenía pensado para mí. Llamé a la Humane Society y la adopté. El veterinario vino hoy y dijo que el soplo cardíaco había desaparecido.

El trabajo que Sammie hizo con Passion produjo lo que sólo puedo llamar un cambio milagroso y le estaré eternamente agradecida. Sammie abrió el corazón cerrado de esta yegua para que pudiera recibir amor y un hogar para siempre.

- Susan D. Warner (Carolina del Norte, EE.UU.)

Este testimonio ha sido enviado por Sammie Lipscomb, CBCP