"Tengo un nieto de 3 años. Está muy apegado a su madre. Si alguna vez ella iba al coche sin él, salía corriendo aterrorizado porque le dejaban. Sin conocer su miedo, pude liberar en él la emoción de la pérdida. Ahora parece que ese miedo le ha abandonado, pues ya no tiene ningún problema con que su madre se vaya.

"Pude liberar de mí misma la emoción del abandono. Mi padre falleció repentinamente hace 43 años. En cuanto vi esa palabra supe exactamente la causa e inmediatamente empecé a sollozar. Sollocé y sollocé, cosa que no hacía desde hacía mucho, mucho tiempo. Soltarlo me dejó completamente exhausta. Pude llorar su pérdida una vez más, lo que me hizo sentir bien, y quizás después de todos estos años dejarlo ir."

~Jill S., Idaho, EE.UU.

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